Me dijiste que no estabas seguro. Yo tampoco lo estaba.
Fingimos un poco, por desesperación y costumbre, de que estar juntos era la mejor decisión. Pero... ambos sabemos que no es así, y nos seguimos arriesgando.
- "¿Qué quieres?"
- "Estar tranquilo."
- "Y eso, ¿implica estar conmigo?"
- "No lo sé."
- "Entonces, ¿quieres estar conmigo?"
- "No lo sé,"
- "¿No estás seguro de estar conmigo?"
- "No lo sé."
- "¿Qué quieres?"
- "Estar tranquilo."
- "¿Estás tranquilo conmigo?"
- "No lo sé. Parece que no."
- "Entonces no quieres estar conmigo."
- "No lo sé."
- "¿Tú crees que es justo que yo esté con alguien que no está seguro de estar conmigo?"
- "No lo sé."
Ella
- "Siempre te he dicho que hagas algo y tú me has preguntado ¿qué? Pues ahora te digo lo que tienes que hacer, abrázame fuerte, no me sueltes y dime que quieres estar conmigo, dime que me quieres, porque y no quiero extrañarte nunca más, no quiero dejarte solo, quiero estar ahí y cuidarte, pero también quiero que estés conmigo cuando lo necesite. Estoy cansada de sufrir, de dar pena, me cansé, pero en mi camino a estar mejor, voy a necesitarte, no es necesario que digas nada, con tal de que me abraces y estés ahí, yo me conformo, pero necesito que estés ahí, como lo estuviste mucho tiempo"
- (La abraza fuerte) "Te quiero y quiero estar contigo."
Fueron tres días interminables, y como aprendí por ahí, leyendo, no volveré a mencionar la posibilidad de terminar esto. No más, porque me hace tomarlo a la ligera, y no es así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario